El yoga de occidente más común es el llamado hatha yoga o yoga físico. En este sistema, se llevan a cabo posturas de flexibilidad, equilibrio, resistencia y técnicas de respiración, relajación y meditación. Se trata de un ejercicio personal donde cada cual adapta la práctica a su propio ser, se hace responsable de su cuerpo y de cómo se siente en ese momento particular. Al ser tan particular, en una misma clase podemos encontrar personas muy jóvenes junto a personas muy mayores. El yoga se adapta a las personas y no a la inversa.
El yoga de niños se sitúa en su mundo.
Probablemente al menos en el procedimiento, muchos niños serían capaces de realizar clases de yoga pensadas para adultos, pero necesitarían un grado de madurez y autoconocimiento para poder regular su propia práctica. Esta es la principal razón por la que se adapta el yoga a los niños, acomodándolo a sus dimensiones y su mundo. Las clases son más dinámicas, divertidas e imaginativas donde se utilizan juegos y música para que los niños se integren rápidamente. Este tipo de yoga de niños, lo pueden hacer los mayores también, de hecho es muy recomendable, solo tienen que recordar su infancia y dejarse llevar.
Aumenta la autoconfianza.
El yoga no es competitivo. En sus clases, nadie es mejor ni peor, te puedes mover y disfrutar sin prejuicios. Cada uno con su forma particular de interpretar cada postura y respetando a los demás. El ambiente es positivo y cada postura se celebra. En yoga no existe la imperfección.
Los niños se relajan.
Aunque nos parezca increíble los niños se relajan muy bien. Debido a que los niños son más perceptivos que los adultos, se integran mejor en las visualizaciones y relajaciones guiadas. En el yoga para niños, se utiliza un lenguaje sencillo y unos temas atractivos para ellos. Aprenden la manera de poder relajarse y así tienen una herramienta muy valiosa que podrán utilizarla cuando ellos quieran.
Aprenden técnicas de concentración.
El yoga se centra en el momento presente. Toda la atención se focaliza, a veces en mantener un equilibrio, a veces en la propia respiración, a veces en imaginar una situación… poco a poco, esa capacidad de concentración se incorpora a la propia personalidad.
Permite que se conozcan a si mismos.
Cada postura de yoga puede sorprenderte y a veces hace que te cuestiones tus propios límites. Con la práctica esos límites se pueden vencer.
Solo hay que recordar el día que aprendimos a montar en bicicleta. Un instante antes no sabíamos y al siguiente lo conseguimos, fue capturar un momento, y nuestro cuerpo asimiló la manera de conservar un equilibrio. El yoga está lleno de esos momentos. Permitamos que los niños disfruten y se beneficien de esta práctica.